Paloma Coscia

Futuro

Argentina



Hace algunos años que al lado de mi casa hay una peluquería cuya dueña, Alejandra, siempre me pareció muy seria. Más de una vez me teñí el pelo con ella pero a diferencia de otras estilistas, ella no hablaba mucho. Fue casi instintivo tocarle la puerta a la peluquera mala onda que siempre había estado allí.

Durante las primeras consignas, me sentí profundamente invasiva. Me parecía algo inverosímil el hecho de que Alejandra se tomara las preguntas que yo le hacía como algo lúdico. De a poco -aunque bastante rápido-, ambas nos fuimos soltando. Yo en mi timidez y ella en su presunta dureza. Al fin y al cabo, las dos teníamos una impresión espejada de la otra y juntas la convertimos en otra cosa.

Yo creo que nos aportó blandeza. O humanidad. Con respecto al aporte que este vínculo generó en ella, no puedo tener una certeza, pero sí sé -porque me lo dijo- que gracias a las intervenciones buscadas entre ambas, ella volvió a escribir. Lo cual, presumo, es algo bueno.



¿Cómo me veo yo? Me veo... hermosa... jajaja... No, muy engreída. No, me veo... humana. Humana, sí. ¿Cómo me ven los demás? Eh, dura... dura, sí, una mujer dura. No estoy de acuerdo, tengo una imagen que, por ahí el que no me conoce me ve y piensa que soy otra cosa. Soy muy humana. De cómo soy en persona no me gustaría cambiar nada. Por ahí suena un poco arrogante... pero estoy conforme con quien soy y como soy. Años de terapia me llevó. Mi psicóloga estaría contenta con esta respuesta. Mis miedos fundamentales son los que no tienen que ver conmigo o con lo que no dependa de mí. Todo eso me da miedo. Lo demás, creo que todo… puedo llevarlo, ¿no? No porque me crea súper… digo… sino porque, si vino, es porque se puede pelear.

Delia Alejandra Castro, Buenos Aires, 9 de junio de 2021





Mark