Francisco Leiros
Tambo
México



Encontré a Ale en el parque de Coyoacán, di varias vueltas antes de acercarme a él. Le pregunté qué leía, le conté qué libro estaba leyendo yo. Me senté con él. Le platiqué sobre un desencuentro con una persona a quien había querido entrevistar, pero me había cancelado la cita. Nos fuimos a tomar un café y empezó a llover muy fuerte. Nos quedamos dentro un par de horas.

La curiosidad de Ale por el proceso hizo que muy pronto se sintiera como una colaboración muy horizontal. Hicimos la entrevista, que en realidad fue una conversación en ambos sentidos. A partir de los ejercicios, dos hechos en persona y uno (el presente) a la distancia, nos inclinamos hacia aquello de los relatos propios que nos era más difícil poner en palabras; sensaciones, placeres, sueños e intuiciones. El vínculo se fue desarrollando por la curiosidad mutua, la sorpresa de la afinidad y las ganas de ambos de experimentar con el lenguaje audiovisual.

Creo que a ambos nos aportó un sentimiento de confianza, de posibilidad y de emoción por el encuentro, después de un periodo en nuestras vidas donde se dieron menos y parecían improbables.



Despierto una mañana soleada en Michoacán.

Toda la noche llovió, hubo tormenta la tarde noche anterior.

Llovió muy fuerte.

Salgo de la casa hacia el jardín y camino hacia el tambo donde cae el agua.




Me gusta la transparencia.

Me acerco y veo mi reflejo.

Mi reflejo sobre la superficie del agua, porque el agua está al borde del tambo.

Esa tensión casi mágica.

Me gusta ver cómo estoy ahí.

Mi silueta oscura contrasta con el azul del cielo,

y puedo notar la nitidez del cielo de la mañana.

Coloco la palma de mi mano.

Apenas toco la superficie, trato de sentir la tensión que tiene.

Evito que se hagan olas o se desborde el agua.

Siento la temperatura.

El agua es muy fría, estuvo ahí toda la noche.

Es agua es de lluvia, su frío es ambiental.




Mi mano baja poco a poco.




La sensación del borde es tan sutil.

Un límite que se puede traspasar pero está ahí.




Me gusta esa sensación,

cuando llega a donde están los pliegues,

a los bordes de los dedos hacia la palma...

Mark