Reflejo Líquido
Argentina/Alemania
Como un coro de voces, como algo que dos personas convocan cuando se encuentran, la distorsión del espejo, se escurren las fronteras entre las personas.
Conocí a Esma en la plaza que está a una cuadra de mi casa. Ella y su amiga Hanin caminaban juntas y se sentaron a tomar un helado en un banco cuando me acerqué a hablarles.
En ese primer encuentro hablamos como una hora, fue una conversación relajada y algo profunda, creo que ambas nos sentimos cómodas y eso permitió que nuestro segundo encuentro fuera en mi casa. Había algo en nuestros encuentros que se sentía como una confesión y me interesó profundizar en eso. Esma estaba sentada en mi sillón y quiso confesar a la cámara algo que no puede contarle a casi nadie. En ese momento entendí que las distancias que yo creía que nos separaban en verdad no eran más que reflejos. Arrodillada en la alfombra frente a un espejo, como un regalo íntimo y sagrado, Esma se quitó su hiyab y me/nos mostró su pelo. El espejo se convirtió, a partir de ese instante, en nuestro punto de encuentro y de distancia. Entendí que este ejercicio con ella necesitaba de mí más entrega, poner mi cuerpo para poder entrar en contacto más profundo con los lazos que nos unen. Fue a partir del ejercicio performativo en lo privado y lo público que las fronteras entre nosotras se fueron escurriendo y con ellas las proyecciones se fueron distorsionando.
Esta colaboración fue para mí como un viaje a quien fui en algún momento y un recordatorio para cuestionar las concepciones propias y ajenas que se cristalizan. Creo que para ella fui como un viaje a realidades posibles. Una cómplice extraña y algo anónima, pero sin embargo muy cercana.