Joserraúl Ortíz
Tecato, Señor y Panadero
Puerto Rico



A Robin me lo encontré en un pasillo de camino al baño del taller de un pintor puertorriqueño que exhibía algunos de sus más recientes trabajos. Lo vi dibujando una pequeña cucarachita con un crayón negro en una de las paredes del taller. Ese acto de vandalismo fue el que me hizo interesarme por conocerlo.

En ocasiones yo estimulaba, en otras solo seguía, el torrente de memorias, ideas, sentimientos y delirios que Robin se divertía en compartirme sin la plena consciencia del valor que encontraría yo en cada ínfimo detalle. Mi trabajo fue el de curar esa descarga, jugando con sus elementos.

Esta colaboración me aportó una nueva manera de acercarme al cine y un nuevo amigo, fuente de inspiración. Espero que este sentimiento sea recíproco.



El otro día estaba en la panadería y una tecata se para en la puerta: señor, me paga un juguito —así toda sufrida. Y yo así que acabo de llegar y la veo pidiendo. Y yo le digo al señor: no le pague na, si por ahí está Cristo Pobre que les da comida y un montón de cristianos les dan comida a cada rato. Ella no necesita que usted le regale. No gaste su dinero… No, yo no le voy a vender nada a usted para que se lo dé a ella. Y la tipa empezó a gritar: ¡Ahh, tú eres un sucio! ¡Tú estás bien podrido por dentro! ¡Tú lo que estás es bien aborrecido, se te ve! ¡Te echo mi maldición! Y yo: ¡sigue, sigue maldiciéndome que eso se rebota! Y ella: ¡Ahh, yo soy la más tecata del mundo, pero soy la mujer más feliz! ¡Y tú eres un asqueroso! Ella desde la puerta maldiciéndome frente a todo el mundo y yo: ¡Alabanza a Satán! No le vendí el jugo, cabrón. Me sentí mal. Yo se lo debí haber regalado.


Mark